martes, 25 de febrero de 2014

La fauna de oficina está poblada por algunos colegas indeseables. Pero no todos los compañeros de trabajo tienen por qué afectarte negativamente. Aunque no lo creas algunos de ellos pueden llegar a aumentar la propia productividad, publicado por Federico Wasinger

A James le gustaba su trabajo en la Oficina de Admisiones de una importante universidad. Era un empleo, además de interesante, bien remunerado. El único problema: no soportaba a sus compañeros.

Uno de ellos era un tipo muy sociable que pasaba las horas hablando con toda la oficina; otro era el típico adicto al trabajo que se obsesionaba hasta por el ultimo detalle; también estaba el criticón que solía menospreciar a todo el mundo; o la asistente pasivo-agresiva que sólo respondía a las llamadas si esa semana le caía bien; y el jefe, un narcisista empedernido, siempre obsesionado con ser el centro de atención.
James llegó a desarrollar una especie de fobia a la oficina.
Normalmente, no se tiene la posibilidad de elegir con quién va a trabajar, lo que hace que resulte prácticamente imposible pronosticar si uno se va a sentir cómodo cuando empieza a trabajar en una empresa.
La gente que rodea
En relación al actual entorno laboral, la gente no se queja tanto de su empleo como de sus compañeros, informó Expansión.
Muchos de se identifican con el famoso mensaje de la serie de la cadena NBC The Office: "la oficina sería un lugar perfecto para trabajar, si no fuera por la gente que nos rodea".
Pero no todos los "elementos tóxicos" que hacen más difícil el trabajo, afectan negativamente a la vida en la oficina o a la productividad.
El narcisista
Es conocido que no saben escuchar y tienen tendencia a querer llevarse todo el mérito.
Sin embargo, también pueden resultar personas encantadoras y muy carismáticas.
Pueden servir de inspiración a sus acólitos y ser unos grandes mentores y líderes, de ahí que muchos jefes sean narcisistas.
En un estudio de 2006 en el que colaboraron más de un centenar de consejeros delegados, los investigadores de la Universidad de Pensilvania llegaron a la conclusión de que el narcisismo de los ejecutivos puede resultar motivador.
La clave para trabajar bien con un jefe así es aprender a compartir los elogios y asegurarse de que este tipo de persona no gobierna la vida.
El pasivo agresivo
Otro clásico elemento tóxico es el compañero pasivo agresivo, el árbitro de la oficina.
Greg, un diseñador gráfico de una revista, amigo de la familia, reconoció que normalmente hacía mejores trabajos para la gente que se interesaba por él.
Por lo general entregaba páginas mucho menos elaboradas a los colegas que no lo invitaban a salir.
"Nunca he querido parecer vulnerable o débil de ninguna manera. ¿Por qué debería hacer algo por las personas que no hacen nada por mí?", me confesaba.
Chismes
Después están los chismes de la oficina.
Según un estudio de la Universidad de Amsterdam llevado a cabo en 2012, los chismes representan, ni más ni menos, que el 90% de las conversaciones de la oficina, y no son tan perjudiciales como pudiera parecer.
Los investigadores llegaron a la conclusión de que este tipo de chismorreos pueden resultar fundamentales para la supervivencia del grupo.
En su opinión, en algunas ocasiones relajan el ambiente de la oficina y contribuyen a mejorar la productividad, ayudando a mantener a raya a los empleados que rinden menos y a fomentar el compañerismo.
Sascha trabajaba de asistente de un importante traumatólogo, en un hospital de Manhattan, señaló Exánsión.
Hace un año acababa de pasar un difícil proceso de divorcio y tenía la sensación de que su vida la desbordaba. En ese momento dio por hecho que sus compañeros se pondrían en su lugar, pero la realidad era que rechazaban su comportamiento.
Sascha empezó a escuchar su nombre por los pasillos y, cada vez que se acercaba a la máquina de café sus colegas dejaban de hablar.
En lugar de pedirles explicaciones, optó por atender a sus quejas.
A partir de entonces, a pesar de sus problemas personales, su rendimiento comenzó a mejorar.
"Me equivoqué al pensar que mis compañeros eran mis amigos, o que no hablarían de mí", confiesa. "Necesitaba que alguien me hiciera reaccionar y lo hicieron", agrega.
Adictos al trabajo
Por último, están los trabajadores obsesivos, adictos al trabajo.
Es verdad que la palabra espontaneidad no está en su vocabulario y que jamás romperían una norma, pero se marcan objetivos muy altos, saben comunicar bien, son muy buenos mentores e interactúan perfectamente en equipo.
Adaptarse a los distintos tipos de personalidad en el trabajo no significa abandonar nuestros principios.
Además, incluso de los compañeros más molestos siempre se puede aprender algo.
También hay que preguntarse si uno mismo no resulta molesto. James se dio cuenta que es la típica persona que necesita la aprobación de todo el mundo a todas horas. Ser consciente de ello le ha ayudado a ser mejor trabajador y también mejor compañero.

Publicado por Federico Wasinger
Fuente: iprofesional